Los trashumantes

En América Latina todos somos una mezcla de sangres incalculables abonadas por el mundo. En las tierras blancas de la Patagonia, un día, hace mucho, coincidieron dos de esas sangres de origen dispar: un hombre que podía hablar con el viento, hijo de gitanos muertos por los nazis y de un sol de medianoche con figura de animal; una mujer tehuelche que sabía platicar con la lluvia y con el sol y que por su vientre les heredó a sus crías la savia original americana de su raíz indígena. A la cima del mundo, a Bogotá, fueron a parar con sus hijos, después de huir de los ríos de sangre que los coyotes – los militares que le declaran la guerra a todo lo vivible – hacen fluir en la insaciable carrera de su insania. Al atardecer, esos ríos querrán alcanzarlos, sedientos de ahogar a sus herederos, y les impondrán la tarea de descubrir si su verdadero destino está quizás en un nuevo punto de partida.