Ficción y realidad: retos de la novela histórica (1992-2010)

En esta obra, producto de investigación, se reconocen los aspectos que vinculan la historia y la ficción en términos de la tensión que ya se encuentra en la creación literaria de Walter Scott. En efecto, y desde el punto de vista puramente formal, este autor creó fórmulas para combinar elementos ficticios con elementos no ficticios. Recurrió, por ejemplo, a narrar hechos ficticios empleando textos similares a los que maneja el historiador –cartas, memorias, confesiones, diarios de viaje– e incorporó en ellos a figuras de la historia real. En otras palabras, empleó las llamadas ficciones pseudofactuales.
Se observan, por tanto, las condiciones estéticas de este género en América Latina, donde la novela de historia-ficción surgió como resultado de una preocupación por fundar una estética en la que la ficción fuese el fundamento para tomar una posición crítica ante el pasado histórico. Tal actitud crítica hace que la novela de historia-ficción sea proclive a distorsionar de manera consciente la “versión oficial” de los hechos históricos y llegue, incluso, a carnavalizarlos.
Se analizaron seis novelas colombianas que a mi juicio pertenecen al género de historia-ficción: La risa del cuervo (1992) de Álvaro Miranda, La ceiba de la memoria (2007) de Roberto Burgos Cantor, La francesa de Santa Bárbara (2010) de Gloria Inés Peláez, Tanta sangre vista (2007) de Rafael Baena, Historia secreta de Costaguana (2007) de Juan Gabriel Vásquez y El cadáver insepulto de Arturo Alape.